lunes, 18 de marzo de 2013

Siendo tu tan tu, siendo yo...


Hoy es mi domingo particular. Mi domingo para pensar en todas las cosas que echo de menos de mi y en todas las cosas de ti que ya sé que no necesito, aunque a veces siga deseándote y me deje hacerlo. Pienso en todos los recuerdos intensos que son y serán solo eso: recuerdos. Son experiencias de quien vive y no le importa el dolor que eso conlleva. 

No digo que no haya miedo, a sufrir, a perder(te), como estoy ahora, sabiendo que cuando lo bueno se acaba no siempre empieza lo malo. Sé que las cosas tarde o temprano mejoran, que tu sonrisa (será por mi mala memoria o por distraerme con otros sentimientos) sólo quedará marcada en las fotos que todavía cotilleo, que saldrá de mi mente y no sentiré nada al recordar la mirada de tus ojos

Es cuestión de tiempo, el saber que nada es lo que parece y que puedo sacar cosas positivas de cada lección de vida, que todo es en sí un aprendizaje. Pues quererte, a ti y a tu cuerpo, con rabia y desenfreno me alejaba de todo, y ahí comprendo que yo no era yo y que tu no eras bueno para mi. Que al perderme no me correspondías y que eso me gastaba demasiado. Fuiste inspiración para esas palabras sinceras que ahora están vacías y para otras que ahora llegan con energía, con ganas de comerse el mundo y gritar al viento hasta quedarse sin aire.

Que probar tus labios fue tocar el cielo, sí, pero no será el único que cate. No te lo permito. Ni ser más el porqué de mis noches en vela, ni ser la agonía punzante que derroche alguna que otra madrugada. No serás nada más que besos muy sentidos, un invierno intenso y, por qué negarlo, un acierto que cometí sin saber que estaba encontrando el impulso que necesitaba para ser todo aquello que nunca fui. 

Añorar soñando; soñar que te están añorando.

Ella sólo era una chica que añoraba sus abrazos.

Pensó en olvidarle refugiándose en otros, pero no daban el calor que daban los suyos. Las caricias no eran tan intensas, ni eran besos tan dulces, ni los labios tan tiernos; los latidos no se acompasaban y ella no podía hacer nada.
Su mente y su cuerpo le alejaban poco a poco de él, y lo agradecía, pero inevitablemente le veía en todas partes, en las cosas más insignificantes, en los rincones más inexplicables.

Se refugiaba, sí, por miedo a congelarse. Y ella sabía que sería mejor arriesgarse a la fría noche y luchar contra la tristeza que a veces la soledad ofrece. Se congelaba por miedo a dejar de recordar y olvidarse de él, de su pelo y de la forma en que reía cuando estaban juntos, de eso que sentía tan único. 

Pero sus ojos, ahora frágiles, aun sabiendo que ya no servía de nada recordarlo, viajaban ciegos a escenas negadas a repetirse por el tiempo y por la vida; por las cosas que no entendían. Y la rabia le comía por dentro al aceptar que sólo ella le echaba de menos en su vacía soledad. 

viernes, 15 de marzo de 2013

Se vuelve rutina tu recuerdo.

Vuelve la misma rutina de todas las noches: los recuerdos hechos costumbre, los reproches. Que las palabras me recuerden a ti y no fuerce a mi mente a dejarte ir, que te quedes aquí, en un rincón de mi mente cuando antes solías estar en un rincón de mis brazos, cuando no te importaba sentirnos inhumanos.
Sé que no debo, y aun así ahí mantengo los recuerdos, esos que me inundan y que no puedo contener. Que me desvelo, por mi, por el miedo, por los sueños imposibles que aun tengo que cumplir. Que ahora serán todos sin ti. 

Y lo acepto, pero lo niego. Soy puro desconcierto, puro y puto desconsuelo. De no tenerte más aquí, de no saber si estarás pensando en mi. De saber que en el fondo no te quiero, ni en mi vida ni en mi corazón, pero aun así te deseo. Deseo los recuerdos de ti que me quedan, cuando todo era sencillo y nuestras independientes y distintas vidas no se entrometían en nuestros momentos, mágicos e intensos. 

Por eso, y por nada, te pienso: porque recuerdo los momentos, aquellos en que me sentía bien y no tenía que pensar en qué iba a hacer. Porque, aunque son cosas de ayer, es algo que por mucho que no quiera,  no olvidaré.

jueves, 7 de marzo de 2013

No más miedo.

No nos atrevemos a dejar de sentir algo que, aunque duele, nos demuestra que estamos vivos y que lo vivido era real. Es ahí cuando el miedo se convierte en la guía de nuestros pasos. 

Solemos meditar todo, recapitular hasta las posibilidades más improbables, las causas más remotas que nos podrían llevar a un futuro incierto. Somos así por naturaleza, no podemos evitarlo.
Y en la simplicidad que oculta todo esto, descubro que el motivo de nuestra tristeza no es el hecho de perder algo ni dejar de sentir (pues en el fondo sabemos que, de un modo u otro, acabaremos volviendo a sentirnos así) sino el vacío que nos deja y la cantidad de probabilidades que no podemos controlar.

El miedo a lo desconocido, a no saber qué nos va a traer el mañana.
La tristeza que nos da quien a su vez nos deja no es más que el reflejo del miedo que nos da el sentirnos abandonados e inconscientes de todo aquello que nadie sabe que vendrá. 

Por eso quiero liberarme del miedo. Huir de él y refugiarme en la seguridad de que el mañana, en su incertidumbre, es lo que alumbra el camino que sospechamos desierto y sombrío. 

martes, 5 de marzo de 2013

Sin más.


Y un día de estos, simplemente, tu número se perderá y yo no me daré ni cuenta.
Tu nombre se evaporará de la materia de que está hecha mi memoria. 
Y esa chica que moría por ti será pasado, la veré lejana, pequeña e inocente;
inconsciente de todo lo que la quedaba por vivir. 

domingo, 3 de marzo de 2013

Por si se me olvida olvidarte.

Perdóname alma, por querer apartarle de mi mente con furia y garras. Por querer echarle a patadas, dando portazos y a gritos. Porque en el camino sales siempre maltratada.

Y a ti, perdóname por querer olvidarte. Perdona por intentarlo desde lo más hondo de mi ser; por querer borrar cada sentimiento, cada palabra y tu presencia. Porque aun así soy idiota y te entiendo, y en ese entendimiento me pierdo, me pierdo en el recuerdo y al perderme te encuentro. Pero te encuentro lejano, te encuentro en el pasado; a ti y a mi llanto. Veo de nuevo lo cansada que estoy, y prefiero tu olvido a mi dolor constante. Así que perdona, pero voy a olvidarte.

sábado, 2 de marzo de 2013

Siente.

Al hablar, meditar, reflexionar, cuestionar o en definitiva, ser persona, uno acaba dándose cuenta de que la capacidad de sentir que tenemos es infinita. No me refiero con respecto a una persona en concreto, que también, si no en cuanto a todo. Podemos sentirnos de mil maneras a la vez, podemos no sentir nada, y se puede sentir mucho pero no saber el qué exactamente. 
He ahí el milagro de lo que somos: un cúmulo de emociones. 
Porque sentir es, ni más ni menos, emoción. Es euforia, descontrol, es tristeza y pasión. Somos todo y nada a la vez, el impulso vivo en quien no teme sentir, quien no teme ser lo que es. Puedes molestarte y odiarte por sentir lo que sientes o porque quien tu quieras no siente como quieres que sienta. Pero no tiene sentido cabrearse. Eso no. Somos humanos, sentimos todo y no podemos evitarlo.

Vive y siente de modo que no te arrepientes.

Punto.

No más punto y seguido. No más puntos y aparte. No más esquinas rebuscadas, no más nada. Ni tu, ni yo, ni nadie. Solo quedan demasiados textos escritos por y para ti, demasiadas canciones anegadas; quedan ganas. 
Ganas de comerme más el mundo, ahora sin ti. Ganas de partir. Y empiezo aquí, poniendo un punto y final a todo lo que me recuerda a ti.

viernes, 1 de marzo de 2013

Latido.

No me digas que tu no lo sentiste.
Que si, que había un vacío entre nosotros. Era un abismo con avisos de tormenta escritos en nuestros ojos, en las miradas que no nos atrevíamos a mantener. Dime, sinceramente, que tu no morías por dentro, que sentirme a un metro de distancia no hacía que tu alma estuviera inquieta. Dime todo eso, quiero oír la verdad. 

Que sí, que lo único que quedaba entre nosotros era nostalgia; nostalgia de saber que las caricias de antes no se recuperarían, que los besos a escondidas ya no tenían cabida. Atrévete a decirme que en cada palabra pronunciada tu corazón no se encogía por saber que ya las respuestas que obtendrías no serían las mías. Que las sonrisas de las demás te hacían sonreír como la mía solía. Dime todo eso, dime mentiras.

Y creerás que no te creo, creerás que estuve indiferente a los latidos que noté salir de ti. Indiferente a tus miradas, esas que esquivé. Indiferente de saber que ya no soy tuya y que nunca lo seré. Pues no, cree lo que quieras creer, como siempre harás (desgraciadamente...)