lunes, 18 de marzo de 2013

Añorar soñando; soñar que te están añorando.

Ella sólo era una chica que añoraba sus abrazos.

Pensó en olvidarle refugiándose en otros, pero no daban el calor que daban los suyos. Las caricias no eran tan intensas, ni eran besos tan dulces, ni los labios tan tiernos; los latidos no se acompasaban y ella no podía hacer nada.
Su mente y su cuerpo le alejaban poco a poco de él, y lo agradecía, pero inevitablemente le veía en todas partes, en las cosas más insignificantes, en los rincones más inexplicables.

Se refugiaba, sí, por miedo a congelarse. Y ella sabía que sería mejor arriesgarse a la fría noche y luchar contra la tristeza que a veces la soledad ofrece. Se congelaba por miedo a dejar de recordar y olvidarse de él, de su pelo y de la forma en que reía cuando estaban juntos, de eso que sentía tan único. 

Pero sus ojos, ahora frágiles, aun sabiendo que ya no servía de nada recordarlo, viajaban ciegos a escenas negadas a repetirse por el tiempo y por la vida; por las cosas que no entendían. Y la rabia le comía por dentro al aceptar que sólo ella le echaba de menos en su vacía soledad. 

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